Me ha sorprendido mucho esta lectura, a la vez que me ha dado un punto de apoyo bastante importante para la comprensión de la física cuántica y es que la autora de una forma sencilla nos ha ido explicando o más bien recreando la creación del mundo a través del Big Bang, y como no puede ser de otra forma nos encontramos a la materia y a la antimateria jugando un partido de rugby , con sus hinchas y sus retransmisiones. Uno de los dos tiene que ganar y el resultado será distinto. Si la antimateria gana el partido podemos encontrarnos ante un Big Crunch, la desintegración del universo.
No contenta con esto nos enseña el arte de tunelear, de atravesar la materia o hablando en cristiano, paredes, que bien nos vendría a más de uno aprender ese arte ¿verdad?, y de la relatividad del tiempo de la mano de un relojero que ofrece viajes a la velocidad de la luz, y relojes relativos y enlaza como no en la teoría de la relatividad de Einstein, todo ello de un modo tan didáctico que eres capaz de comprender algo bastante complejo, al menos a mí me lo parece. Hasta el punto en que llegué a la conclusión que mis problemas con el tiempo se terminarían si Kronos que regenta este taller tan peculiar tuviera a bien regalarme un reloj relativo de esos que tiene en su tienda, pero no coló la sugerencia, ya que no pueden salir del mundo cuántico.
Quizá lo que más gracia me hizo fue el tema de la teleportación, el viajar de un lugar a otro sin utilizar ningún tipo de transporte y también la superposición, ello me explicó porque algunas veces no me decido por una opción u otra y me imaginé a mi misma dividida en dos seres iguales pero con decisiones diferentes. Y es que las cosas no son blancas o negras, si no blancas y negras al mismo tiempo.
Entre neutrones, protones, el higgs on de boss, quarks, eones y todo un sin fin de partículas transcurre esta novela, que no se si será la típica, o no, puesto que no suelo adentrarme en este género pero si puedo decir que a mi me ha sorprendido, porque intenta explicarnos el universo que nos rodea a través de enigmas simples que cualquiera puede comprender, nos da nuestra ración de misterio, de aventura, al mismo tiempo que nos forma la mente, y eso siempre es un factor a tener en cuenta.
El libro en sí es muy atractivo, teniendo en cuenta que tiene que competir con los videojuegos, las series de televisión y muchos más de entretenimientos juveniles, y es que en el orden de prioridad de muchos jóvenes y niños el libro no se encuentra en los primeros lugares, ni siquiera en el de mi pequeño ratón de biblioteca, mucho le tiene que enganchar para que lo priorice.
Nos encontramos ante un ejemplar en rústica, con una portada sugerente, no se si tanto el título, mi ejemplar es de la biblio y va forrado de manera que no puedo ver como es si le quito las solapas aunque se intuyen de un color gris brillante como si quisieran asemejarse al acero. Para captar la atención del público más reacio y quizás para hacerlo más atractivo para los neófitos en la materia, nos encontramos con un libro en que el diseño es muy importante. Todos los capítulos comienzan con las tres llaves que dan nombre al libro. Los enigmas que se nos plantean la mayoría de las veces van dentro de un recuadro, escritos en mayúsculas e imitando la escritura manual, y con signos de admiración, o interrogación. También encontramos dibujos que ocupan toda una página o parte de ella y entre capitulo y capitulo dibujos que recrean lo que hemos leído hasta el momento. Para romper la monotonía algunas páginas en negro con escritura en blanco y letra cursiva y manuscrita.
Cualquier recurso sirve para llamar la atención del lector, unos rayos, unas palabras resaltadas en negrita, fuente diferente y tamaño más grande. Realmente me ha parecido muy atractivo, fácil de leer por la sencillez en la que esta contado, y apto para un público que puede estar contenido entre los 10 años y los 99, o quizás exagero porque a esas edades la vista no es nada buena ya.